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jueves, 31 de diciembre de 2009

FELIZ AÑO!!!






Amigos blogueros:
Que el 2010 les traiga mucha felicidad, amor y paz. Que sea un año lleno de alegría y que la vida los colme de motivos para festejar y sonreír en este nuevo año que comienza.
Chin chin!

martes, 10 de noviembre de 2009

Nuevamente por estos pagos

Se acuerdan  que al Chavo le agarraba la garrotera y se quedaba paralizado como una estatua?  Bueno, he sabido lo que es experimentarla en carne propia. El estrés de la facultad, “el exilio ” y todo lo que implica, la incertidumbre de mi maternidad, mi gran sobre exigencia, etc. han hecho una especie de cóctel explosivo  y así he estado: paralizada. Me he tomado unas mini vacaciones del blog y si hubiese podido hubiese pedido un “time out”  o un “pido” a mi propia vida.

En fin, luego de haberme acomodado un poco las ideas (un poco, no se crean que tanto…) acá estoy, entusiasmada, con fe y unas renovadas ganas puestas en todo lo bueno que me espera.

Estoy de vuelta y reloaded.

sábado, 19 de septiembre de 2009

Terminó-se


He aquí el último espécimen de la caja de alfajores que me trajeran en su última visita mis progenitores. El muy pobre ha pasado a mejor vida. Con marido lo comimos miti-miti. Le pasé la lengua a la parte de adentro del envoltorio cosa de no perder ni un solo milímetro de chocolate y junté una a una las miguitas que quedaron.
Tendré que hacer el duelo y esperar que pase el período de abstinencia (de aproximadamente 3 meses hasta nuestro viaje a Argentina). Snif, snif.
Por si alguien no conoce los alfajores, explicación, definición o lo que fuere, a continuación: consiste en dos galletas unidas por un centro (generalmente de dulce de leche) bañadas en chocolate.

Advertencia: suministrado en altas dosis puede generar adicción. ¿Puede, dije?

viernes, 11 de septiembre de 2009

A confesión de parte…

Yo soy de esas personas a las cuales una vez sentadas frente a la caja boba, (siempre y cuando el programa me seduzca), no hay quién la saque de su estado hipnótico. El mundo puede estar viniéndose abajo y el mismísimo día final estar tocando a mi puerta, que es muy posible que ni siquiera me entere, inmute o reaccione. Hecha la introducción, paso a contarles:

La escena se desarrolla en mi casa, mirando unas olimpíadas. Hace quichicientos años de esto, tanto que ni siquiera me acuerdo de cuáles olimpíadas estamos hablando ni de que año. Tampoco viene al caso. Resumiendo: imagínense a mí (rubia de ojos celestes, 90-60-90…) No, hablando en serio, imagínense a mí frente a la tele en estado catatónico (faltaba que se me cayera la baba solamente) súper concentrada y embelesada con la programación de las olimpíadas, más específicamente con una carrera de atletismo que estaba por comenzar.

En eso suena el teléfono. Ring, ring, ring.
Ni siquiera atiné a atender pensando en que mi mamá lo haría. Error. Mi madre pegó el grito de “atiendan!!” desde la otra punta de la casa. Me acerqué como un zombi al teléfono, me lo puse en la oreja cuan autómata sin sacar la vista ni mi atención de la televisión y en vez de decir “hola, diga, hable” o lo que la gente normal dice cuando atiende el teléfono, pronuncié casi sin darme cuenta un… “a sus marcas”

A confesión de parte, relevo de prueba. Sí, fui yo.

sábado, 5 de septiembre de 2009

De regreso a la rutina

Sí señores, he vuelto a la rutina, normalidad o como quieran llamarla. Lo peor de lo peor: la transición fue sin escalas ni anestesia. De estar días enteros mirando el techo he pasado de golpe y porrazo a la vida universitaria y he mutado de persona ociosa a rata de biblioteca, en un abrir y cerrar de ojos.

Comenzaron las clases y de la mano vinieron todos los malestares habidos y por haber. Al parecer mi fuerte es el somatizar el stress y hasta creo que podría dar cátedra. Estoy brotada y mi cara se asemeja a la de una púber en su mejor etapa de desbarajuste hormonal. Léase, soy un choclo caminante.
Mi piel está adquiriendo el tinte amarillento de antaño. Ha vuelto el dolor de cabeza crónico (de tanto usar el cerebro atrofiado me imagino). Mi amiga contractura de cuello no me deja ni a sol ni a sombra. También ha vuelto el dolor de estómago y unas ganas incontrolables de comer golosinas o comida chatarra me asalta cada una hora de lectura continua. En una semana, no se como hice pero ya me di el lujo de aumentar un kilito.

No tengo tiempo ni para ir a hacer las compras y la heladera (o nevera) en este momento no tiene más que dos botellas de agua, unas manzanas, kétchup, huevos y algún que otro aderezo inservible.

Poquito a poco la vida vuelve a su curso normal…. Si, ya se que no es la muerte de nadie y que tampoco es catastrófico el volver a la rutina. Sólo necesitaba hacer catarsis. ¡Vacaciones, vuelvan!

domingo, 23 de agosto de 2009

Efemérides

Hace dos años en el aeropuerto, valija (o maleta) y pasaporte en mano, me secaba las lágrimas, abrazaba a mi familia, quienes estoicos contenían sus lágrimas de despedida y daba media vuelta hacia la puerta de embarque, haciendo un esfuerzo sobrehumano por no salir corriendo hacia la salida más cercana, presa de un ataque de pánico. Al volver la vista atrás sentí que se me desgarraba el corazón de pena y sólo pude esbozar una sonrisa de las más tristes que recuerdo. Así fue el comienzo de este gran viaje que hoy nos tiene a miles de kilómetros de lo que fue y será nuestro hogar.

No soy muy proclive a recordar estas fechas y mucho menos a hacer balances. Intentaría hacer un racconto de nuestra experiencia, pero dado mi escaso (por no decir nulo) poder de síntesis me contentaré con enumerar algunas de las cosillas que se me vengan a la mente. Muchas son las cosas que he sumado a mi vida en este último tramo. He aprendido…

que no existe el lugar perfecto
que acompañada de mi amor todo es más fácil
que no era tan catastrófico volver a la facu
que el francés es más difícil de lo que siempre pensé
que mi familia sigue siendo incondicional
que mis amigos de siempre siguen estando
a no usar el teléfono y suplantarlo por la compu
que la gente piensa que por haberme ido soy yo la que debe llamar y hacerles llegar mis noticias (nunca a la inversa)
que no hay como la comida argentina
que extraño cosas que nunca pensé que extrañaría (dulce de leche, kioscos y golosinas, el acento argentino, que caigan visitas a tu casa de improvisto, las calles de la ciudad)
que aquí la moda no existe y no sólo no me importa sino que me encanta
que hay quién no acepta la gente diferente y otros para los que la diferencia hace la diferencia
que el hombre es un animal de costumbre
que cero grado no es frío y que treinta bajo cero lo es
que es posible hacer proyectos
que intentaré no morir en tierra no argentina
a no gritar cuando hablo
que el mirar lo que las mujeres llevan puesto es una muy mala costumbre y manía argentina
a tomar apuntes de la facultad con la compu
que las diferencias culturales son notorias pero no infranqueables
que no existe mejor invento que las tapas de empanadas y tarta (que acá tengo que hacer “a manopla”)
que soy más fuerte y perseverante de lo que siempre creí
que en las cuatro valijas que traíamos entraba todo lo que necesitábamos para recomenzar nuestra vida
que tengo un nombre y apellido cuasi indescifrable para quién no es hispanohablante
que ampliar el horizonte indefectiblemente hace crecer
que todavía me falta tanto, pero tanto por aprender…

martes, 18 de agosto de 2009

¿Quién dijo que la moda no incomoda?

Venía para casa después de una caminata y delante de mí iban dos varones adolescentes. Uno de ellos cargaba a duras penas con una bicicleta y unos pantalones largos tres talles más grandes. Cada exactamente tres pasos (se los conté y no exagero) debía levantarse los pantalones para que no se le bajaran hasta la rodilla y evitar dejar a la vista de todo el mundo sus calzoncillos anaranjados desteñidos y gastados. De tan sólo ver como luchaba contra la gravedad con una sola mano (con la otra llevaba la bicicleta) me agotó. ¡Pensar que con un cinturón lo hubiese solucionado tan fácilmente!

Como si esto fuera poco, la temperatura rozaba los cuarenta grados a la sombra y el mismo chicuelo lucía sus botas estilo borceguíes, en donde presumo, debían estar sancochándose sus piececillos. ¿Por qué no usar unas fresquitas sandalias el día más caluroso, pesado y húmedo de todo el año? Noo, ¡sacrilegio! ¡¿Qué sería de su look?!

Lo mismo pasa con quienes usan los jeans de talle bajo (bajísimo mas que bajo) y terminan luciéndolo a lo plomero (últimamente se ve que se estila bastante) o levantándose el pantalón cada dos milisegundos cuan tic.

Seamos sinceros, ¿quién no ha sufrido aunque más no sea un poco por estar a la moda? Yo lo he hecho. He caminado al mejor estilo equilibrista con zapatos de taco aguja, usado minifaldas con las cuales me he tenido que cuidar hasta de respirar por miedo a que se me viera hasta el alma, y he usado botas medio número más chicas. Esto último fue lo más parecido a la tortura china achica pies a la que me he sometido voluntariamente.

Se ve que estoy un tanto vetusta para esos trotes, porque hace rato que no me someto a ninguno de esos martirios. ¿Será que estoy pasada de moda?

martes, 11 de agosto de 2009

Onda verde


Que al pobre planeta Tierra le hace falta que le demos una mano para su subsistencia, no es novedad. En la medida de mis posibilidades (ínfimas, por cierto) he decidido concienzudamente colaborar y unirme a la onda verde.

Me compré las bolsitas ecológicas para hacer las compras (foto adjunta) y separo la basura en reciclable y no. Cambié las lamparitas por las de bajo consumo (que salen un huevo y medio, pero que, en teoría, valen la pena). Usamos el transporte común o la bicicleta (muy a pesar de mi vecino) cuando las inclemencias climáticas y el itinerario lo permiten. Intentamos comprar productos locales para evitar “subvencionar” la empresa que hace viajar sus productos de una punta a la otra de la Tierra. (Bueno, yo les dije que mi colaboración era ínfima, pero peor es nada…)

No obstante, pareciera que el mismísimo mundo confabulara en mi contra y mí cruzada pos planetaria. ¿Cómo se entiende sino que le metan tremendo packaging a todos los productos? Hasta el queso cortado viene con un sobrecito que envuelve cada una de las fetas. Al parecer las lamparitas de bajo consumo tiene riesgo de ser cancerígenas en caso de muy alta exposición y las bolsitas al re-utilizarlas acumularían gérmenes en cantidades industriales. Con respecto al transporte común, lo que en auto lleva cinco minutos, con el dichoso ómnibus podríamos llegar a destino en tan sólo una horita (con suerte y viento a favor).

Qué le vamos a hacer, esos son los avatares de este mundo poco verde, en el que espero, en algún momento podamos establecer prioridades. Mientras no sea demasiado tarde… Oia, se ve que hoy me levanté derrotista.